En enero 2020, en plena incertidumbre pre-pandemia, una familia puntana quedó atrapada en un esquema fraudulento que prometía viviendas a mitad de precio y jamás cumplió sus promesas.
El caso de una familia puntana comenzó en enero de 2020, en medio de un país sumido en la incertidumbre y a las puertas de la pandemia, cuando familias enteras fueron seducidas por la promesa de adquirir una vivienda a un precio insólitamente reducido. Vendedores provenientes de Córdoba presentaron un esquema inmobiliario en el que el metro cuadrado, tradicionalmente costoso, se ofrecía a la mitad de su valor habitual. La atracción se veía reforzada por un sistema de financiamiento con cuotas fijas, diseñado para proteger a los compradores contra los embates de una inflación implacable. Con el anuncio de que una supuesta oficina se instalaría en San Luis, la primera impresión era la de un proyecto sólido y visionario. Todo se desvaneció cuando vieron, por televisión, cómo detenían a los dueños de la empresa constructora.
Los primeros contactos se establecieron a través de reuniones virtuales y conversaciones vía WhatsApp, en las cuales los agentes cambiaban de interlocutores sin previo aviso, dejando entrever una falta de coordinación que, en ese entonces, parecía irrelevante ante la oportunidad que se les ofrecía. Sin embargo, con el paso de los meses, lo que parecía ser un negocio prometedor comenzó a mostrar grietas insospechadas. Los plazos para la construcción, en un principio anunciados de forma tajante y certera para ser completados en seis meses, se prolongaron indefinidamente. Las cláusulas del contrato, saturadas de letra chica y términos ambiguos, empezaron a generar dudas en el seno familiar.
La situación alcanzó un punto crítico cuando, en respuesta a las crecientes sospechas y a la falta de respuestas claras, los afectados decidieron recurrir a la asesoría legal. Una carta documento fue enviada a la empresa, un acto que debía haber marcado el inicio de la rendición de cuentas. Sin embargo, el silencio fue rotundo. La ausencia de respuesta se convirtió en el primer indicio de un entramado fraudulento que iba más allá de simples retrasos. Mientras en el trasfondo se acumulaban testimonios de clientes descontentos y de reuniones que se tornaban confusas, las autoridades comenzaron a recibir pistas sobre un verdadero fraude inmobiliario.
El relato adquirido por los afectados daba cuenta de una comunicación evasiva y una sucesión de cambios en los responsables de la empresa; desde vendedores hasta distintos departamentos internos, todos parecían evadir las responsabilidades y dejar en suspenso el destino de un proyecto que, de otra forma, habría sido soñado. El testimonio especialmente revelador narra cómo un primer contacto se transformó en un caos de mensajes sin respuesta, citas cambiantes y promesas que se desvanecen con el tiempo. La medida extrema de enviar una carta documento evidenció que, lejos de resolver la situación, el silencio de la empresa alimentó la sospecha de que había algo más oscuro operando tras bambalinas.
fuente:la republica
Compartir